Don Francisco de Quevedo Villegas

y Santibáñez Cevallos

Vida y Obra

Escritor, poeta, narrador, dramaturgo,...

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos nació el 17 de septiembre de 1580 en Madrid, era proveniente de una familia hidalga y montañesa. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, fue secretario de la reina Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II.

El padre de Quevedo pasó a ser escribano de Cámara de los Reyes, en donde conoció a Maria de Santibáñez, que por entonces era asistenta de Cámara de la Reina y contrajeron matrimonio en la primavera de 1576.
Fue el tercero de los cinco hijos de Pedro Gómez de Quevedo, que ocupó cargos palaciegos, y de María de Santibañez. Quevedo perdió a su padre a la edad de seis años, quedando bajo la tutela de su tío don Agustín de Villanueva, del Consejo de Aragón.

Quevedo es nombrado de este modo, pues llega a la vida en el día de la llagas de San Francisco, según confesión hecha a su amigo Sancho de Sandoval.

Su infancia transcurre entre la Villa y la Corte, de hecho, sus estudios los realiza en donde se educó toda la nobleza, el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, hoy Instituto de San Isidro de Madrid.

Gramática, Retórica y Humanidades, son algunos de los tópicos revisados por Quevedo, quien en la lectura conoció a Cicerón, Séneca, a quien nombraría muchas veces como “Mi Séneca”, Virgilio, Horacio, etc. y donde tradujo a Isócrates, Esopo, Aristófanes y Demóstenes.

Entre 1594 y 1595 se traslada a la Universidad de Alcalá, en la Facultad de Artes y Filosofía, donde estudia dialéctica y física hasta junio de 1600, año en el que se matricula en Teología y obtiene su licenciatura en Artes y Filosofía.

Físicamente sufría una leve cojera por deformación de los pies y su exagerada miopía lo obligaba a llevar anteojos. Cursó estudios en el colegio de la Compañía de Jesús en Madrid y en la Universidad de Alcalá (Madrid); Cuando abandonó esta primera formación, estudió teología en la Universidad de Valladolid (1601-1606), pues allí se había desplazado la Corte. 

Infantes y Torre de Juan Abad

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Museo y Casa de Quevedo, Torre de Juan Abad  ·  Celda de Quevedo, Vva. de los Infantes

El sitio franciscodequevedo.org señala que el escritor De Quevedo se traslada en 1601 a Valladolid, con el duque de Lerma, sin dejar sus estudios de Teología en la Universidad Pinciana. En 1602, fallece la madre del escritor.

Durante la estancia de Quevedo en Valladolid comienzan a circular sus primeros poemas bajo el seudónimo de “Miguel Musa” y que imitaban o parodiaban a los de Luis Góngora, exponente del gongorismo, quien lo atacó con una serie de poemas.

En 1606 se traslada a Madrid en busca de éxito y fortuna a través del duque de Osuna que se convierte en su protector; también entabla un pleito por la posesión del señorío de La Torre de Juan Abad, pueblo de la provincia de Ciudad Real, en el que hasta 1631 gastó una gran fortuna y muchas energías. 

Además, una enciclopedia en línea, menciona que el escritor se aproximó a la prosa como un juego cortesano, que tenía la intención de exhibir ingenio y razón, por la cual escribe La vida del buscón (1626), lo que le sirvió para ganar celebridad entre los estudiantes.

Por aquellas fechas, intercambia una serie de cartas con el humanista Justo Lipsio. En 1604, explora nuevos caminos métricos con un libro de silvas a la manera de Publio Papinio Estacio, pero que no llega a concluir.

A partir de 1606 y hasta 1611 reside Quevedo en Madrid, donde escribe Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo (1627), su obra filosófica más famosa.

Continúa con algunas sátiras breves y de erudición bíblica, como Lágrimas de Jeremías castellanas; una defensa de los estudios humanísticos en España, así como su obra política, El discurso de las privanzas.

En 1613 regresa a Italia con el duque de Lerma como encargado de la hacienda del virreinato, poco tiempo después es arrastrado con la caída del grande Osuna, por ser uno de sus hombres de confianza y se le destierra en la Torre de Juan Abad, hasta la entrada de Felipe IV.

Continua Quevedo su labor en la política con el duque de Olivares, al tiempo que la Inquisición prohibía sus escritos, pero su actividad creativa no se ve disminuida. En 1634, publica La cuna y la sepultura y la traducción de la introducción a la vida devota de Francisco de Sales.

En 1634 contrajo matrimonio con Esperanza de Mendoza, aunque la abandonó al poco tiempo. De nuevo se siente tentado por la política, pues ve el desmoronamiento que se está cerniendo sobre España y desconfía del conde-duque de Olivares, valido del rey, contra quien escribió algunas diatribas amargas. Debido a un asunto sobre una conspiración con Francia, es en 1639 detenido y encarcelado en San Marcos de León, donde las duras condiciones mermaron su salud y aquí se dedica a la lectura, como cuenta en la Carta moral e instructiva escrita a su amigo, Adán de la Parra, donde describe sus horas de encierro.

Quevedo sale de su encierro en 1643, muy enfermo y achacoso por lo que renuncia a la corte. Se retira a Torre de Juan Abad, donde a falta de médico y botica se traslada a Villanueva de los Infantes en enero de 1645 con su amigo Bartolomé Ximénez Patón.

El 15 de abril empeora y decide mudarse al convento de Santo Domingo. Tras la muerte del Conde-Duque, escribe a su tocayo Oviedo “Señor don Francisco, yo, que estuve muerto el día de San Marcos, viví para ver el fin de un hombre que decía había de ver el mío en cadenas”.

Finalmente, fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Sus amigos no respetan su voluntad y lo sepultan en la parroquia de San Andrés en la Capilla de los Bustos. No respetaron sus huesos que siglo y medio después fueron mezclados en una fosa común.

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15 frases célebres de Quevedo

El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos”.
Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”.
La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”.
Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una”.
Creyendo lo peor, casi siempre se acierta”.
Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho”.
El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen”.
Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”.
El amor es fe y no ciencia”.
Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen”.
El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor”.
El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”.
El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien”.
Más fácilmente se añade lo que falta que se quita lo que sobra”.
Mejor vida es morir que vivir muerto”.

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